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Historia del jabón natural

Actualizado: 21 oct 2019

Aunque no se sabe cuándo ni dónde se hizo el primer jabón, la elaboración del jabón natural es una de las reacciones químicas más antiguas que se conocen.



De acuerdo a una antigua leyenda romana, el jabón, soap en inglés, debe su nombre al monte Sapo, donde se sacrificaban animales. En este lugar, la lluvia arrastraba la grasa animal y las cenizas de madera de los fuegos ceremoniales hasta las orillas del río Tíber. La grasa de los numerosos sacrificios animales y las cenizas se mezclaban en el agua, dando lugar a una mezcla que, descubierto por los esclavos, tenía buenas propiedades para limpiar las manos y las prendas de vestir.


La referencia literaria más antigua sobre la elaboración de jabón fue encontrada en unas tabletas de arcilla, las Tablas de Lagas de los Sumerios, alrededor de 2800 a.C. En ellas había unas inscripciones que describen una mezcla de grasas hervidas con cenizas.


En los papiros de Ebers, que se remontan al año 1500 a.C. se recoge como los egipcios se frotaban con una mezcla jabonosa obtenida del natrón, que es un carbonato de sodio, un mineral extraído de los lagos salados después de la evaporación del agua, tierra de batán, que tiene la propiedad de absorber las materias grasas y altramuces remojados en agua de lluvia machacados.

Se cree que el arte de la elaboración de jabón fue traído a Europa por los mercaderes fenicios que surcaban el Mediterráneo, cerca del 600 a.C. Los fenicios utilizaban jabón en la limpieza de las fibras textiles de lanas y algodón, elaborado con grasa de cabra y cenizas de plantas salinas.


Los fenicios introdujeron el jabón entre los griegos y los romanos. Plinio el viejo, historiador romano, menciona un ungüento de ceniza de haya y grasa de cabra que los galos utilizaban como untura y tinte para el cabello, para parecerse a los dioses. Se solía añadir la sal a la mezcla, para endurecer las barras de jabón.


Sin embargo, hasta el siglo II no se resaltar la importancia del jabón como uso personal, cuando Galeno, un médico griego, describe que no solo era efectivo para curar enfermedades de la piel, sino que también era útil quitar la suciedad del cuerpo y el lavado de las ropas.


LA RENTABILIDAD DEL JABÓN

En el siglo VII los árabes empiezan a utilizar cal viva como componente cáustico para elaborar jabones más fuertes. Esta forma de elaborar jabón es traída por los árabes a España extendiéndose desde aquí por todo el Mediterráneo.


Aunque en esta época el jabón ya se conocía en el resto de Europa, la industria jabonera floreció principalmente en las ciudades costeras del Mediterráneo, siendo España e Italia donde se desarrolla las mayores industrias de elaboración de jabón. El negocio fue tan importante que, en algunos lugares, se fabricaba jabón durante la noche para evadir los altísimos impuestos por su fabricación.


Algunos atribuyen a la ciudad italiana Savona ser una de las primeras en elaborar un jabón de aceite de oliva en lugar de grasa animal. Sin embargo, el jabón de aceite de oliva se produjo a gran escala en todos los territorios de la Corona de Castilla.


Las jabonerías de Andalucía fueron muy importantes, ya que, en el valle del Guadalquivir, donde había grandes olivares y marismas, se obtenían las materias primas necesarias para fabricar un jabón que, cuatro siglos más tarde, se conocería como jabón de Castilla, el precursor de los jabones actuales.


La elaboración de este tipo de jabón estaba favorecida por la abundante presencia del aceite de oliva y de sosa natural. Para obtener esta sosa natural, tradicionalmente se empleaban las cenizas con carbonato de sodio, procedentes de la combustión de varias plantas que viven en las salinas, llamadas genéricamente armajos o barrilla, como la salicornia o la salsola.


La primera gran jabonería europea la construyeron los árabes a finales del siglo X en Al Andalus, en el antiguo reino de Sevilla. La palabra álcali, también se la debemos a los árabes Al-Qaly, y significa ceniza. En Andalucía se siguió llamando por el nombre árabe, Almona, a las fábricas de jabón.


La casa Ducal de Alcalá, tendría el monopolio de estas manufacturas durante los siglos XVI y XIX. Durante más de 4 siglos, en las Reales Almonas de la calle Castilla, en Triana, se estuvo fabricando jabón con la denominación comercial de Castilla.


Este jabón llegó a superar en calidad y cantidad al de las mejores factorías europeas. La ubicación de la fábrica, junto al Guadalquivir, le aseguraba la rápida comercialización. Desde aquí era importado hasta América, Inglaterra y Flandes. Además, del mismo modo el Guadalquivir era el camino de entrada a Sevilla de la materia prima necesaria para la elaboración de jabón. Desde el Aljarafe llegaba la grasa sobrante del aceite de oliva y de las marismas del río, más al sur, se traía la barrilla de donde se obtenía la ceniza, también denominadas mazacote, que se mezclaba con la grasa para darle consistencia al jabón. El aroma se conseguía con productos como el almizcle, el ámbar, la menta o la algalia. Las Almonas Reales fueron destruidas en los años 80 del pasado siglo para dar paso a una promoción de viviendas, conservándose el arco que vemos hoy junto a la Parroquia de la O.


También cabe destacar la Almona de Sanlúcar de Barrameda, de los siglos XVII y XVIII, que era la única almona andaluza que permanecía intacta, hasta que en 2003 fue derribada parcialmente.


INDUSTRIALIZACIÓN DEL JABÓN

A lo largo de la historia, el papel del jabón ha sido importante para el desarrollo de nuevas tecnologías, derivadas de las necesidades globales de la sociedad. El impacto de la demanda de este producto se observa en los métodos que se han ido desarrollado para elaborarlo. Al principio, la mayoría de los fabricantes de jabón no tenía ninguna idea acerca de lo que ocurría durante el proceso, si no que empleaban el método de probar hasta que lo conseguían.


En el siglo XV el jabón era un artículo ya de uso general. Su preparación casera era una actividad que generalmente se realizaba una vez al año, coincidiendo con el sacrificio de los animales para alimentación, lo que conocemos en esta zona como la matanza. También guardaban el aceite de las frituras para preparar jabón, como se sigue haciendo hoy en día.


Entre la segunda mitad del siglo XVIII y el siglo XIX coincidieron varias situaciones basadas en el conocimiento científico que impulsaron el desarrollo y el avance en la elaboración de jabón.


En 1783, el químico sueco que Carl Wilhelm Scheele hirvió aceite de oliva con óxidos, produciendo una sustancia azucarada que llamó a Ölsüss, y es la glicerina. Esta reacción es la que ocurre en el actual proceso de fabricación de jabón natural.


El descubrimiento accidental de la glicerina estimuló a otro químico francés, Michel Eugène Chevreul, a investigar la química de las grasas empleadas para fabricar jabón. En 1823, este francés descubre que las grasas están formadas por una combinación de glicerol y ácidos grasos, y que estos se descomponen en presencia de un álcali para formar sales de jabón y glicerina. Este hecho explica químicamente la reacción de la saponificación, dando pie al perfeccionamiento de la producción del jabón.


En 1791 el químico francés Nicolas Leblanc descubre el método para obtener carbonato de sodio a partir de la sal marina, lo que simplificaba y abarataba el proceso de obtención de la sosa. Tanto Leblanc como Solvay desarrollan métodos más efectivos para obtener sosa.


A partir de este conocimiento científico – técnico, el arte jabonero prolifera, mejora bastante y se convierte en industria. Permitió que un artículo considerado de lujo hasta entonces, estuviera al alcance de todo el mundo. Esto propicio una mejora sustancial en las condiciones de higiene y disminución de las tasas de mortalidad.


Durante la Primera Guerra Mundial, el bloqueo aliado bloqueó a Alemania el suministro de grasas naturales y el jabón empezó a escasear, por lo que se desarrollaron otros productos a partir de ingredientes sintéticos sustitutivos del jabón. Los conocemos generalmente como detergentes. Aunque los detergentes se descubrieron a finales del siglo XIX, es en esta época de escasez cuando dos químicos alemanes elaboran el primer detergente sintético comercial, el Nekal, creyendo que serviría como sustituto del jabón solo en tiempo de guerra.


Desde entonces y fundamentalmente por su rentabilidad, se han ido combinando jabones naturales con diferentes detergentes sintéticos, hasta su sustitución prácticamente total.


DE VUELTA A LOS JABONES NATURALES

A pesar de que en las últimas décadas los detergentes industriales sustituyeron totalmente el uso de jabones naturales, hoy en día cada vez nos importa más el impacto que tienen nuestros hábitos diarios en el medio ambiente. Mientras nos hacemos cada vez más conscientes de la importancia de la sostenibilidad en nuestros hábitos diarios de higiene y limpieza, el jabón tradicional vuelve a recuperar poco a poco su importancia.


Las ventajas que aporta el uso de jabón natural son fundamentalmente un tratamiento más suave para la piel y su biodegradabilidad, así como una menor huella ambiental en su proceso de fabricación y venta.


La ventaja que aporta la elaboración propia del jabón natural es la elección de las materias primas y de algunos aditivos, como los aromas a partir de esencias naturales.


Hoy en día el jabón natural se elabora siempre con grasa, agua y un álcali. Son los tres ingredientes fundamentales que no pueden faltar en ninguna fórmula. La mezcla del álcali, que puede ser sosa o potasa, con el agua, formará un líquido alcalino que conocemos como lejía. Esta lejía ayudará a que las grasas se conviertan en jabón gracias al proceso de saponificación.


Sin embargo, esta fórmula puede adaptarse a las diferentes necesidades. Combinando las grasas adecuadas con la proporción de lejía correcta, conseguirás hacer tu propio jabón natural casero. Podemos elaborar jabones naturales con mayor poder limpiador y eficacia para la limpieza del hogar, la vajilla y la ropa. Se pueden formular para obtener jabón en pastillas, cremosos o jabones líquidos. Y también podemos crear jabones cosméticos que ayuden a mantener la salud de nuestra piel, eligiendo fórmulas, aceites y aditivos encargados de dotar de propiedades al jabón natural.


Aunque hay muchos factores a tener en cuenta, que los veremos más adelante, lo más importante para diferenciar un jabón de limpiar con uno cosmético es la cantidad de álcali que utilizamos para transformar el aceite en jabón. En un jabón para limpiar se usa un pequeño porcentaje de álcali superior al de aceites, para aumentar su poder de limpieza. En cambio, esa limpieza tan exagerada no es buena para nuestra piel, ya que arrastra demasiado la grasa natural que nuestra piel necesita para estar flexible, hidratada y sana. Por ello, los jabones cosméticos se formulan con mayor cantidad de aceite que álcali, lo que llamamos sobreengrasado (SE). De esta forma, disminuimos el poder limpiador del jabón para que no resulte tan agresivo, y además queda un pequeño porcentaje de aceite libre con la función de que quede en nuestra piel y le ayude a hidratarla.


Una vez dominado el proceso de saponificación y a partir del conocimiento del comportamiento de los distintos ingredientes, sus combinaciones y propiedades que aportan infinidad de aditivos en dicho proceso, las posibilidades de crear fórmulas de jabones naturales son infinitas.

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QUIEN SOY
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Sete Buenavista

Bióloga

¡Hola! Me llamo Sete y me apasiona ser consciente del proceso que conlleva todo lo que uso en mi día a día, me apasiona aprender y sobre todo compartir estos conocimientos para que las personas que me rodean tambien puedan dar este paso.
 

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